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http://www.elmundo.es/elmundo/2008/10/22/castillayleon/1224664632.
El pozo Grajero, el de la vergüenza
LEÓN.- 13 de noviembre de 1937.
El Pozo Grajero, en la localidad leonesa de Lario, recibe los cuerpos sin vida de cerca de 13 personas que horas antes habían sido apresadas en Ponga, al otro lado de la línea que divide Asturias y León.
Todo estaba encaminado a que los cuerpos jamás fueran encontrados y permanecieran en el olvido. Pero una de las víctimas de los nacionales pudo escapar de esta gruta, conocida por su oscuridad y porque allí anidaban cientos de pájaros (de ahí el nombre de grajero).
El único superviviente, Jacinto Cueto, pudo contar dónde estaba el resto de sus acompañantes en tan trágica aventura. 60 años después, y casi a escondidas, varios de esos cuerpos fueron rescatados por sus familiares en lo que supuso la primera exhumación en la provincia de León.
Ocurría en 1998, y ahora, justo cuando este tipo de trabajos se extiende por todo el país, y también por supuesto en León, un grupo de periodistas e investigadores lanzan 'La memoria del Grajero', un libro en el que se repasa toda la historia de este pozo y se cuenta la experiencia de decenas de personas vinculadas al hallazgo de los cuerpos, muchos de ellos relacionados directamente con los represaliados.
Los hechos tuvieron lugar el día de la feria de San Juan de Beleño, el concejo asturiano al que pertenecen todas las víctimas, tal y como se relata en el libro, escrito por María Antonia Reinares, Marco Romero, Ana Aída del Campo, Roberto Manjón, Julian Morante y Carmen Suárez, a los que se unen las fotografías de José Manuel López, las infografías de Dativo Rodríguez y la ilustración de la portada de Nuria Ibáñez.
Todos los represaliados van a tener el mismo final. Primero son capturados, después llevados al cuartel de San Juan, donde según se narra en la publicación, "les desnudan y les atan con finos alambres. A continuación, les arrinconan y les someten a brutales palizas".
Poco tiempo después, les obligan a andar por la escarpada montaña asturleonesa, hasta que llegan a Lario. Allí les esperan sus verdugos, que les fusilan y arrojan a la sima.
Ante estos hechos, y tras la posterior recuperación de los cuerpos, los responsables de 'La memoria del Grajero' se pusieron en marcha para recabar todos los testimonios posibles, con la intención de recuperar la historia del grupo asesinado junto al pozo.
"Es un símbolo, un emblema de la serie de gente que pide homenajear a los represaliados", explica Reinares, una de las autoras.
Y es que no es una exhumación más. La historia tiene tintes épicos, puesto que el único superviviente, Jacinto Cueto, sobrevivió durante meses oculto en el desván de su casa, que desde entonces se convirtió en el centro neurálgico de los represaliados de la época.
La heroicidad de Cueto (que estuvo diez días en el pozo y resistió a dos bombas lanzadas desde la superficie por sus captores ante los gritos que no dejaba de lanzar) permitió que los familiares del resto de víctimas pudieran visitar el lugar donde estaban enterrados.
Pero había gente del lugar que no quería conocer la historia de los 13 represaliados. Aún en 1998, cuando comenzó la exhumación, todavía existía un tabú en la montaña. "Muchos tenían miedo a hablar, pese a que habían pasado tantos años", rememora Reinares.
La recuperación de los restos de los represaliados supuso un antes y un después en el reconocimiento de las víctimas y, más importante, en la búsqueda de fosas en toda España, sobre todo en una época, en 1998, en la que era impensable la tremenda actividad que ahora se está desarrollando, con multitud de asociaciones dedicadas a estos trabajos.
"Mediáticamente, esta fosa fue un impulso para la memoria histórica", señala Julián Morante. "Sin estos periodistas, no se habría generado el debate", añade el historiador, que vivió en primera persona muchos de los testimonios que se cuentan en el libro.
Además del único superviviente y a partir del cual fue posible conocer el lugar donde fueron arrojadas las víctimas, la lista de los represaliados se completa con Primo de María, Celesto Muñiz, José Manuel Cuadrillo, Fausto Martínez, José de Diego, Ramón Follo, Aniceto Rivera, Antonio Fernández, Ángel y Marino, a los que se añaden otros dos cuerpos que nunca pudieron ser identificados. Fue de esta forma el inicio del camino que ahora se ha extendido a todo el país.
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