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´On és l´Andreu Nin?´
En la crisis del 2008 el justicialista Garzón llama a la puerta del Estado y exige esta vez la apertura de millares de tumbas de la Guerra Civil
Enric Juliana 19/10/2008
Vuelve el justicialismo. Como ocurriera hace quince años, el populismo judicial regresa en perfecta coincidencia con una crisis económica. A principios de los noventa, la esclarecedora investigación sobre los GAL tuvo tres efectos: desveló un bochornoso crimen de Estado, dejó a salvo la guerra sucia contra ETA llevada a cabo por los gobiernos de UCD (es decir, blindó la figura de Adolfo Suárez) e inició el derribo de Felipe González. La estrella del proceso fue el juez Baltasar Garzón.
En la crisis del 2008, más grave y destructiva que la anterior, el justicialista Garzón llama a la puerta del Estado y exige esta vez la apertura de millares de tumbas de la Guerra Civil. La persecución sistemática del adversario sería elevada a la categoría de "crimen contra la humanidad", con la consiguiente condena virtual del franquismo. Virtual en la medida que la dictadura quedó extinguida con la Constitución de 1978. Nada ni nadie le sobrevive, jurídicamente.
Visto desde Madrid, el espectáculo justicialista resulta interesante. Aplauden a Garzón quienes en los años noventa le acusaban de conspiración contra la izquierda, y le critican hasta el insulto quienes hace quince años le ensalzaban como nuevo Cid Campeador. Le acusan, sus actuales detractores, de perseguir un único y exhibicionista objetivo: aparecer en los noticiarios de todo el mundo junto a la la tumba abierta del poeta Federico García Lorca. 1936 fue ayer, sostiene el juez Garzón al afirmar que la calificación de crimen contra la humanidad desborda la ley de amnistía de 1977.
La democracia ha dejado pasar un gravísimo delito, proclama el justicialismo. Estamos, por tanto, ante una profunda impugnación de toda la política llevada a cabo por la oposición a Franco desde que en 1956 el Partido Comunista de España lanzara su histórico manifiesto en favor de la reconciliación nacional.
El justicialismo, por ejemplo, pone en entredicho a la Assemblea de Catalunya, cuyo lema era "Llibertat, amnistia i Estatut d´Autonomia". Garzón cuestiona los fundamentos de 30 años de democracia, y algunos de los que estos días le aplauden parece que aún no se han dado cuenta. Atención al siguiente detalle: los golpistas del 18 de julio están muertos, y el franquismo se halla jurídicamente extinguido, pero no ocurre lo mismo con la España republicana.
Si 1936 fue ayer, existe margen para que un tribunal llame a declarar a Santiago Carrillo por el asesinato de entre 2.000 y 5.000 prisioneros franquistas en Paracuellos del Jarama, siendo él consejero de Orden Público de Madrid. El nonagenario Carrillo debería demostrar en sede judicial los argumentos de los historiadores que le exculpan de la matanza. De conseguirlo, José Luis Rodríguez Zapatero, en calidad de representante legal del PSOE, seguramente se vería obligado a pedir disculpas por un grave asesinato en masa cometido cuando España era gobernada por su partido (Gobierno Largo Caballero).
Si 1936 fue ayer, la liquidación sistemática de sacerdotes y religiosos podría ser calificada de genocidio (asesinato en masa por motivos religiosos, según el derecho internacional) con la pertinente condena judicial, a título póstumo, de la Segunda República.
Si 1936 fue ayer, que se vaya preparando la actual Generalitat, heredera legal de la Generalitat republicana, para hacer frente a las reclamaciones de los descendientes de las personas asesinadas arbitrariamente por las patrullas de control,dado que la administración presidida por Lluís Companys, con amplias competencias sobre orden público, no garantizó su seguridad.
Si 1936 fue ayer, la ministra Carme Chacón ya puede ir ordenando una investigación exhaustiva del subsuelo de de la brigada paracaidista de Alcalá de Henares, puesto que existen indicios de que allí se hallan los restos de Andreu Nin, comunista disidente secuestrado y asesinado por agentes de la policía secreta soviética en 1937. Quedaría muy feo que el foco de Garzón sólo iluminase la tumba de García Lorca. Crisis económica y justicialismo. La izquierda que ahora aplaude sufrirá.
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