Sí existe la memoria histórica
El juez Garzón ha destapado la caja de los truenos al pedir que se elabore un censo de muertos y desaparecidos en la guerra civil española.Vuelve a hablarse de aquella transición, que después de tantas felicitaciones «por la lección que habíamos dado al mundo» resulta que en más de treinta años no ha dado ni para clasificar, ordenar y actualizar nuestra historia.Claro que tampoco es extraño, y por eso España es dentro de Europa un país poco conocido y peor juzgado. Nuestra historia oficial está llena de pronunciamientos locales y rebeliones militares que nos hacen parecer como un país de poca monta, lleno de intrigas palaciegas y motines en los que el Estado en muchas ocasiones ha quedado diluido.Quizá por eso Napoleón creyó en 1808 que España era débil y asumió su soberanía nacional por derecho de conquista, comprando a los Borbones los derechos dinásticos de la Corona de España y de las Indias. Pero se llevó la sorpresa de que lo que estaba muerto era el Estado, sin embargo, el pueblo generosamente derramaba su sangre a torrentes en defensa de aquella legitimidad. Período interesante de 1808 a 1812 al que habría que aplicar también la memoria histórica.Por las mismas razones en 1856 Isabel se enfrenta con el pueblo a causa del golpe de Estado que ha provocado la revolución, ocasionado por la falta de alimentos. Los muertos de 1808 quedan en mera anécdota al lado de la masacre que desata la citada Isabel contra progresistas y demócratas, quedando disuelta la milicia nacional y haciendo que suenen a muerte las campanas por la Monarquía absolutista, dando paso a la I República. También habría que aplicarle la memoria histórica.Estamos en 1936 y Franco y sus partidarios cometen el mismo error que Napoleón en 1808, creyendo que la II República burguesa instaurada en 1931 debilitada física y moralmente se la llevaría por delante el fascismo español a través de un paseo militar.Pero como en 1808 al pueblo español lo habían subestimado haciendo gala de la misma capacidad de resistencia que entonces, necesitando tres años de lucha y la ayuda extranjera, convirtiéndose en una sangrienta guerra civil. Se repite el valor y el sacrificio del pueblo en defensa de la legitimidad.Una y otra vez los gobiernos burgueses en este país han temido más la insurrección de los trabajadores en armas que los levantamientos de cualquier general nacional o extranjero apoyado por los reaccionarios, aunque esto significara hundir las instituciones democráticas o la disolución del Estado. Y lo demuestra el que la II República hiciera caso omiso de la sublevación militar que se produjo en 1932 y ejerciera de brutal represión de 1934.Espanta comprobar lo mal contada y actualizada que está nuestra historia y uno se pregunta ingenuamente por qué aparecen historiadores, eruditos, etcétera, para inventar genealogías y situarlas por encima de los demás y no pueden aplicarse en datar, ordenar y actualizar los papales de genealogías más humildes pertenecientes al pueblo, que son las que siempre desgraciadamente pagan los platos rotos con su sangre y la ignominia del olvido. Será porque esta democracia sólo da para una minoría de políticos y financieros.Hay filósofos que dicen que «no existe la memoria histórica, porque la historia no es memoria ni se constituye por la memoria, sino que recoge las reliquias que ha dejado el pasado en el presente y se construye según el filósofo igual que una teoría geológica o astronómica».Como nunca me sedujo recoger reliquias ni pasear por jardines metafísicos, trataré de expresar cómo pasa la historia a mi memoria. La historia suele ser una actualización de lo que creemos que ha pasado porque ha quedado documentado. La historia de este país durante los años en que estudiaba me la contaron desde lo que se llamaba Formación del Espíritu Nacional, que ponía los pelos de punta y que mi cerebro afortunadamente procesaba en la memoria a corto plazo para aprobar la asignatura, pero se olvidó de trasladar o de fijar en la memoria a largo plazo porque sospechaba que una historia que no da la posibilidad de cotejar más documentos que los de una parte, avalados por el obispo de turno, no me merecía ninguna credibilidad y me dejaba fuera de la idea de nación.Era una historia contada contra los demás y que en la transición se dijo que había que olvidar y perdonar, el pueblo generoso como siempre lo creyó y perdonó, pero no pudo olvidar porque para olvidar primero hay que conocer, y desconocemos nuestra historia desde 1808 y mucho más desde 1936.Quienes vociferan tanto, ¿a qué tienen miedo? Quizás a descubrir que algunas grandes fortunas de este país están manchadas de sangre; que la falta de empresarios modernos y competitivos de los que adolece este país, parte de esta dinámica histórica en la que se formaron, cobrando los favores prestados a la dictadura. En 2003 estuve en el archivo de la guerra civil en Salamanca buscando información sobre dos familiares muertos en esa guerra, encontrando como único dato la fecha en que murió uno de ellos. A mis dos abuelas nadie les dijo que sus hijos han muerto y están enterrados en tal lugar. Nunca oí hablar de venganzas y estoy seguro de que perdonaron, pero no pudieron olvidar y cerrar las llagas de aquella guerra porque desconocían tanto como yo desconozco hoy. En el archivo de Salamanca me di cuenta de que la memoria histórica son muchas más cosas que abrir una fosa, es una fecha, un trámite resuelto, un reconocimiento, una emoción, una mirada... y, también, es comprender el porqué las autonomías periféricas son más progresistas que las del interior más conservadoras. existe la memoria histórica, sin tanta semántica como utilizan algunos filósofos, es la memoria que almacena los datos y los vestigios del tiempo que pasó y nos ayuda a ubicarnos con ideología en el hoy. El juez Garzón tiene en las manos un material altamente inflamable y que solo no podrá manejar; unos aspiran a que siga el silencio y se pase de puntillas sobre los muertos y ven en la acción del juez un exceso de protagonismo; otros, la gran mayoría, quieren sentir el alivio de que se hizo justicia y que aquellos muertos no cayeron inútilmente. Todos en esta catarsis necesaria, si llegara a producirse, sufriremos, porque si la historia se actualiza también la izquierda tendrá que asumir sus errores. No podrá hacerse esa catarsis como trató de hacerse en la transición a costa de que personajes de izquierda que abandonaron al pueblo a su suerte regresaran para vendernos la versión más perversa y grotesca del perdón y del olvido. El juez ha cortado la respiración tanto a la izquierda como a la derecha con su propuesta, pero, como siempre, por debajo late un pueblo generoso que se ha perdonado y que aspira a cerrar definitivamente sus heridas para que se produzca el olvido definitivo de ese período de nuestra historia. Pero se necesita algo más que un juez, algo más que ser campeones de Europa de fútbol o ganar medallas de oro en las Olimpiadas para reivindicar nuestro papel en Europa y en el mundo, para eso hay que acometer el desafío de actualizar nuestra historia, con un modelo globalizado de carácter interdisciplinario de juristas, historiadores, psicólogos, arqueólogos, etcétera, que aborden estos problemas con seriedad para poder sentirnos como una nación europea más. Mientras tanto, no lo seremos y correremos el riesgo de repetir la historia. Florentino Fernández Ruiz Mieres
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