Víctimas de la dictadura franquista aún aguardan una sepultura digna La Capital (Rosario) -
La Serna del Monte, España. — La noche del 14 de agosto de 1936, José, Juan, Nicolás y Francisco Gutiérrez dormían en casa de sus padres en La Serna del Monte, un pequeño pueblo de la Sierra del Guadarrama, al norte de Madrid. España vivía tiempos tormentosos: un escaso mes antes, el 17 de julio, el golpe de estado encabezado por el general Francisco Franco contra el gobierno republicano había desatado la Guerra Civil.
Pero la cosecha no podía esperar, y los cuatro hermanos, de 18, 27, 35 y 38 años, llegaron desde la capital para ayudar a su padre, Mariano, en las faenas del campo. El pueblo había sido tomado por los sublevados con Francisco Franco, y aquel viernes, hasta hoy no se sabe exactamente por qué, los falangistas fueron en busca de José, Juan, Nicolás y Francisco.
Este último pertenecía al sindicato socialista UGT y quizás eso fuera suficiente para que alguien los condenara a morir. Como a otros 150.000 que fueron víctimas de la represión franquista o los 60.000 que se calcula murieron a manos del bando republicano. "Unos hombres los sacaron de la cama, los subieron en una camioneta y los fusilaron sin más en un descampado en las afueras del pueblo", relata con amargura Jesús Gutiérrez, el sobrino de los asesinados. "Qué tragedia, encontrarse con la muerte sin haber vivido la vida", agrega este mecánico electricista jubilado que tras años de pesquisas está seguro de haber hallado la fosa en la que sus tíos fueron malamente enterrados.
Sin ideales políticos. "No entiendo por qué se ensañaron con ellos, unos simples jornaleros sin ningún ideal político", continúa. "Quizás sólo los mataron para meter miedo a la gente". "Mi abuela María sufrió tanto que enfermó y quedó ciega por el dolor", cuenta Jesús, de 65 años. Tras la masacre, ella, su esposo y las tres hermanas de los fusilados se fueron de La Serna, un pueblo de hoy poco más de 100 habitantes en el que resulta difícil encontrar a alguien que hable "de aquello".
El único hijo varón que quedó con vida fue Severiano, el padre de Jesús. El estaba casado y no podía abandonar Madrid, donde trabajaba en la construcción de carreteras. "Siempre recuerdo su rictus de tristeza cuando hablaba de sus hermanos", cuenta.
Severiano, quien luchó en el frente republicano y estuvo en un campo de prisioneros en Santiago de Compostela, falleció en 1953, en plena dictadura franquista. Murió con la amargura de no saber dónde fueron enterrados sus hermanos y sin poder brindarles una sepultura digna. Todavía hoy están considerados oficialmente como "desaparecidos".
Pero, 72 años después de aquella masacre, eso puede dejar de ser así. Jesús, su hijo, está seguro de haber hallado los restos, en una fosa común que según sus averiguaciones se encuentra en un terreno perteneciente a la iglesia, en las afueras de La Serna, en medio de un idílico paisaje de encinas, arbustos de zarzamoras y campos en los que pastan vacas.
Para ello contó con la colaboración de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), que hace ocho años empezó con la búsqueda de los alrededor de 40.000 desaparecidos de la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura de Franco (1939-1975) que todavía yacen en tumbas sin nombre y cunetas a lo largo y ancho del país. Más de 4.000 cuerpos de 171 fosas anónimas han sido exhumados desde entonces por distintas asociaciones de particulares.
Trabas. Con la ayuda de un georradar, un aparato utilizado por la Guardia Civil para localizar cuerpos, arsenales de armas o escondites de droga bajo la tierra, los expertos de la asociación encontraron en el terreno señalado por Jesús un espacio subterráneo que, afirman, con casi toda seguridad es la fosa en la que están los restos de sus tíos así como de otros cuatro habitantes de La Serna también fusilados aquel día. "Hay que rescatar toda esta historia, para que no vuelva a suceder", dice Jesús. Cuenta que por ello envió cartas al alcalde del pueblo y al cura pidiendo autorización para abrir la fosa. Pero no recibió ninguna respuesta.
El alcalde, Francisco González Alvarez, pertenece al Partido Popular (PP), el cual se opone a las iniciativas de la ARMH o a la ley de la memoria histórica, impulsada desde el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y aprobada por el Parlamento a finales del año pasado. También rechaza la investigación ordenada a comienzos de septiembre por el juez Baltasar Garzón para elaborar un censo de los desaparecidos, argumentando que todo eso sólo abre viejas heridas y pone en peligro el espíritu de la transición.
El regidor afirma no tener constancia de la existencia de una posible fosa en la localidad. "Aquí nadie sabe nada todavía. Son cosas que han sacado los medios de comunicación", manifestó tras hacerse público el caso de Jesús. "No tengo idea si hay alguien allí", agregó. De momento, señala, se está a la espera "de instrucciones del organismo competente".
Tampoco el párroco quiere hablar del asunto. "Yo no sé nada de esto", se limitó a decir. El arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, a la vez presidente de la Conferencia Episcopal, dejó en claro justo en estos días que la ley de la memoria histórica le parece innecesaria. "La generación que nació cuando la Guerra Civil no debería trasladar ese problema a otras generaciones", sentenció. El propio Rouco Varela nació en 1936, a comienzos de la guerra.
Cansado de esperar una respuesta de la Iglesia, criticada desde siempre por la izquierda por haber apoyado la dictadura, Jesús Gutiérrez acudió al juez Garzón, para que le solicite al arzobispado que autorice la exhumación. "Sería la primera fosa del franquismo que se abre en Madrid", explica la filóloga Marisa Hoyos, de la ARMH. En la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, se calcula que hay unos 3.000 desaparecidos en fosas anónimas.
Una deuda moral. Si la autorización finalmente llega, los restos tendrían que ser cotejados con el ADN de Jesús, para identificar los cuerpos. Y entonces, su intención es darles una sepultura digna, en el mismo cementerio de La Serna donde reposan sus abuelos. "Tengo una fotografía de mi padre en la mesita de luz. Muchas veces he hablando con él y le prometí encontrar a José, Juan, Nicolás y Francisco. Es una deuda que tengo con él", dice.
Guerra civil
Unas 150 mil personas murieron víctimas del franquismo y 60 mil en manos del bando republicano.
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