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Documentos inéditos de las últimas horas de Lorca
En Enero de 1980 la Diputación de Granada constituyó una comisión para determinar dónde estaba enterrado el cuerpo de Lorca. En las múltiples sesiones que se celebraron, se recabaron múltiples testimonios aunque con el compromiso no escrito de que no trascendieran en su día para no comprometer a nadie. Documentos que hoy cobran un gran valor histórico porque muchos de los protagonistas han muerto. El periódico "Ideal" de Granada ha tenido acceso a las actas completas de las reuniones. Por su importancia reproducimos lo publicado hasta el momento.
La comisión granadina, tras recabar numerosos datos, el 22 de julio de 1980, llegó al siguiente acuerdo: «Nosotros entendemos que, tras estos testimonios y con las dudas razonables, el terreno en que puedan estar los restos debe situarse en el paraje que se ubica próximo a los olivos y peñasco reiteradamente citados».
Guardar secreto
La comisión había recabado testimonios, entre otros, de los periodistas e investigadores Eduardo Castro y Antonio Ramos, de Ian Gibson, Vila San Juan -premio Planeta de la época con una peculiar versión sobre la muerte del poeta-, familiares de Molina Fajardo y personajes anónimos que de una manera u otra habían sido testigos directos o indirectos del fatal desenlace del poeta. Participaron con el único fin informativo y con el compromiso no escrito de que aquellos testimonio no trascendieran en su día para no comprometer a nadie, según recuerda uno de los participantes.
Testimonios inéditos
Las madrugadas de agosto sudaban sangre. Acababa de empezar la Guerra y el entorno de la Fuente Grande de Alfacar se había convertido en un escenario sombrío de fusilamientos. A cualquier hora, pero a la ‘Escuadra Negra’ le gustaba sobre todo descerrajar las balas por la noche.Agosto del 36En los primeros días de aquel agosto de 1936 mataron allí a 15 o 20 personas. En las postrimerías del mes de julio habían hecho lo mismo con ‘El Pichico’ y ‘El Colorín’, que fueron enterrados en el cementerio de Alfacar. El resto acabó en una zanja que alguien había excavado de antemano para «otros fines». Al borde de aquel agujero fúnebre guardaban cola los cadáveres aún calientes: «Un trabajador de los muchos que yo dirigía me dijo que, aproximadamente a las cinco de la tarde, vio un hombre muerto a 40 metros de la zanja. Vestía un mono, tendría unos treinta años, moreno, recio el pelo más bien rizado y el pecho tapado completamente de vello». En aquel carrusel de tiros fusilaron en el mes de agosto de 1936 a Federico García Lorca.
Vio el cadáver en el suelo
José cumplía el servicio militar en la División 32 del Estado Mayor. En la madrugada del 19 al 20 de agosto lo mandaron junto a otro compañero como enlace entre le Cuartel General y la Primera Bandera de Falange, que defendía la zona de Víznar y Alfacar. Al regresar a Granada con la misión cumplida, «junto a la denominada Fuente Grande, a la derecha del camino», José y su compañero -también tocayo- se encontraron con cuatro cadáveres agujereados. De inmediato reconoció tres de los cuerpos: «Uno de ellos correspondía a García Lorca y otros dos a los banderilleros llamados ‘El Colores’ y ‘El Magarza’. El cuarto de los cadáveres usaba ortopedia de madera por amputación de una pierna».
Capitán Nestares
Todo había sucedido horas antes. Según el testimonio extraído de una entrevista con el capitán Nestares el 14 de octubre de 1969 -incorporado a las actas de la comisión- el pequeño grupo de detenidos en el que iba el poeta llegó a Víznar en torno a la medianoche. «Iba al mando el teniente de asalto R. M. F., que le despertó -a Nestares- diciendo que llevaba una orden de Valdés para fusilar a unos detenidos. Nestares llamó a su enlace, M. M. H., para que vigilase la actuación del piquete y presenciase la ejecución». Al acabar llamó a su jefe y le dijo donde habían abatido a tiros al poeta: «Junto al Campo de Instrucción, en el camino de Víznar a Fuente Grande, siendo enterrados los fusilados en unos pozos abiertos años antes en el extremo oeste de dicho campo para la extracción de minerales o de agua».
La pensión del capitán
La sangre de los cadáveres se reflejaba en el cielo y el cielo iluminaba con pálida luz los cadáveres. Con el deber cumplido, el capitán Nestares y sus oficiales se refugiaban en la casa de unos familiares de María Luisa I. en Víznar. María Luisa era entonces una cría pero se le quedó grabado para siempre cómo la «misma persona que fusiló a García Lorca mostró a su tío el lugar donde lo hizo», delante de un peñasco mudo. No debieron de enterrarlo muy lejos. Poco tiempo después del fusilamiento tomaron fotografías del sitio, unas imágenes que María Luisa entregó a la comisión de la Diputación el 28 de febrero de 1980.
El perro de Potajico
José escribió su testimonio en un folio que quedó recogido en las actas de la comisión. Justo en los días del suceso había pasado a la zona republicana, donde permaneció hasta que acabó la contienda. En 1943 empezó a trabajar en las repoblaciones forestales y recorrió los montes de la provincia, convertidos en sepulturas durante la Guerra. Allí vivió, oyó y le contaron esta historia: La Guerra llevaba unos 20 días. Alrededor de la Fuente Grande fusilaban y enterraban a las víctimas una tras otra. Entre ellos mataron al Potajico.
Perros escarbando
A las dos semanas sus perros, hartos de deambular buscando la mano de su dueño, empezaron a escarbar en la sepultura guiados por el instinto. «En aquel momento los enterradores comentaron que allí estaba el de Fuentevaqueros, pues hasta bastante después nadie habló de García Lorca, hasta que un extranjero anduvo por Víznar preguntando por este nombre». José acompañó a los miembros de la comisión hasta aquel lugar de su memoria. Comprobaron los datos y señalaron unos puntitos en un mapa. El sitio donde una madrugada de agosto el cadáver de Federico aguardó que le dieran sepultura. Entre ‘El Colores’ y ‘El Magarza’
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