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Guerra civil: ambos bandos no fueron iguales
Guerra civil: ambos bandos no fueron iguales
Las 40.000 víctimas del “terror rojo” son pocas comparadas con las más de 130.000 que se cobró la represión franquista
GUSTAVO VIDAL MANZANARES
El calendario de festejos y beatificaciones en lotes de a cien, confeccionado por los inefables Ratzinger y Rouco Varela, nos traslada a la gran tragedia española del siglo XX.
Nadie discute a la iglesia católica su derecho para formar equipos de beatos. Y mucho menos se la acusa de “reabrir viejas heridas”. Por ello indigna la hipocresía episcopal que lleva sus muertos a los cielos, pero que se rasga las sotanas cuando los otros tan sólo desean arrancar de la tierra a los suyos.
Rechinar de dientes
Mientras un bando nunca dejó de honrar a sus caídos, al otro sólo le quedaba rechinar los dientes. Cuando, hartos de apretar las mandíbulas, algunos han decidido apartar la tierra negra que cubre los huesos de los suyos, les han llovido burlas, improperios y acusaciones de “reabrir viejas heridas”. No, las llagas no se cerrarán hasta que el último hueso sea rescatado de la ignominia del barro y el olvido.
Resignación expirada
Por si esto no fuera suficiente, durante años ha habido que escuchar tópicos machacones del tipo de “todos fueron iguales” o “barbaridades se cometieron por igual en ambas partes”. Pero la resignación ante esta mentira ha expirado.
Los dos bandos no fueron iguales
Así, el historiador Francisco Espinosa acaba de alumbrar un documentado estudio sobre las atrocidades de nuestra guerra civil. En su obra se desmonta la indigna falsedad de “los dos bandos fueron iguales”. Reconozcamos que en la transición no podía airearse esta podredumbre, pero hoy esta investigación seria desmonta la falacia.
Cifras dispares
De este modo, las cifras del “terror rojo” apenas llegaron a 40.000 personas. Escalofriante, ciertamente, pero muy poco comparado con las más de 130.000 víctimas que se cobró la represión franquista. Cifra que, lejos de ser definitiva, va en aumento a medida que se profundiza en archivos y cunetas.
Plan de exterminio
Pero la diferencia fundamental no radica solo en el número de muertos, sino en que los sublevados perpetraron, según el documentado estudio de Francisco Espinosa, un “plan de exterminio desde el principio y valiéndose de los resortes del poder”. Algo que, además, encaja con las sucias palabras de Queipo de Llano a José López Pinto, jefe de los golpistas gaditanos… “¡Esto se acaba!, es preciso que antes hayas matado a todos los comunistas”.
Un genocidio, sin más
No estamos hablando de venganzas ciegas ejecutadas por partidas de incontrolados, no… estamos refiriéndonos a un plan bien medido, desde la cúspide de los sublevados, y con la finalidad de asesinar a todos los desafectos a la rebelión. Un genocidio, sin más.
Consejos y bandos
Para ejecutar su plan de asesinatos se sirvieron de dos instrumentos: los consejos sumarísimos de urgencia y los bandos de guerra. De esta manera, Espinosa nos muestra cómo el mapa de las fosas se superpone a los lugares donde el golpe militar fue triunfando.
La recuperación de la verdad
Hemos debido esperar tres décadas desde la Constitución para poder clamar esta verdad: ambos bandos no fueron iguales, no se cometieron las mismas barbaridades en las dos partes y, por supuestos, no se ejecutaron de igual manera.
Confiemos, por tanto, que la luz que ya va iluminando los huesos quebrados de las cunetas, alumbre también esta verdad histórica.
Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor
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