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"Los hipócritas y los tardofranquistas esta vez no van a ser los ...
"Los hipócritas y los tardofranquistas esta vez no van a ser los vencedores"
En pleno terremoto sobre memoria histórica, publica '1936: el genocidio franquista en Córdoba' l Ofrecerá a Garzón su libro, donde documenta a 11.561 desaparecidos en la provincia
Actualizado 16.11.2008 - 01:00
Francisco Moreno Gómez en el Cerro de los Ángeles, lugar emblemático de la guerra civil, a escasos minutos de su casa en Getafe.
CUANDO se ha habla o se escribe sobre la guerra civil en Córdoba es casi obligado levantar el teléfono y marcar el número de Francisco Moreno Gómez. Tres décadas de investigación en archivos militares y municipales, partes de guerra, libros de registro de cementerios, cartas de soldados y milicianos y entrevistas a supervivientes de la contienda civil han dado sus frutos en forma de ocho libros dedicados casi en exclusiva a Córdoba. En estos días de intensa polémica por la memoria histórica, a las puertas de las librerías se apilan docenas de ejemplares de 1936: El genocidio franquista en Córdoba, publicado por Crítica.
-El título de su libro es contundente. Son palabras mayores o ¿es llamar a las cosas por su nombre?
-Se trata de llamar a las cosas por su nombre. Cuando se comete una matanza de gran número de personas, como ocurrió en Córdoba, eso es genocidio, al menos sensu lato. No podemos usar estos términos con relación a Argentina, Bosnia, etcétera y caer luego en un tabú con relación a España. En el siglo XXI tenemos que revisar muchos conceptos y terminología. En el pasado hablábamos mucho de guerra civil, y de manera secundaria de represión, como algo colateral. Pero la matanza no fue colateral, sino que fue el programa y el objetivo central con el que se lanzó el golpe militar de 1936. Lo que fue colateral fue la guerra. La matanza fue lo sustancial. El golpe se lanzó para reprimir, para eliminar, para doblegar y para meter en cintura al obrerismo, a la modernidad y a la democracia española.
-¿Su libro es una denuncia, un documento histórico o un acto de justicia?
-Mi libro es un documento histórico, una investigación de 30 años. Responde a dos grandes motivaciones. Una, de tipo intelectual, de aportación al conocimiento y a la ciencia histórica. Yo mismo quise saber lo que pasó. La segunda, de tipo ético, de homenaje a las víctimas, de justicia histórica hacia las víctimas, de devolver la mención histórica a aquéllos a los que se negó su presencia en la Historia, y de contribución al memorial democrático de España. Por eso el libro está dedicado a los mártires de la democracia española en Córdoba.
-Es evidente que tanto su libro como sus declaraciones en esta entrevista crearán polémica.
-No tienen por qué. Y si crean polémica me trae sin cuidado. A estas alturas de la vida, como ya me ocurrió en 1982, 1985 y 1987, sólo me importó investigar la verdad y contarla, reconstruir los hechos y salvarlos del silencio y del olvido. Mi libro obedece a una gran honestidad intelectual y personal. ¿Quién se puede molestar? Los demócratas, no, desde luego, a no ser algún despistado. Sólo los antidemócratas pueden sentirse aludidos, o los verdugos, o los autores de crímenes de guerra. Tales posibles polémicas no me importan en absoluto.
-Usted está considerado como un pionero de la memoria histórica por publicar un libro sobre la guerra civil en Córdoba y la posterior represión franquista a mediados de los 80. Ahora tendrá más puertas abiertas para la investigación que entonces, cuando la democracia despertaba en España.
-Desde luego fui de los primeros en lanzarme, al comienzo de la Transición, a una reconstrucción histórica de este calibre. Nadie entonces se atrevía a esto. Sólo un maestro hacía algo parecido en La Rioja y dos estudiosos en Cataluña. Nadie más. Yo hacía entonces recuperación de la memoria histórica sin saberlo. Fue una especie de travesía del desierto, contra corriente y contra el pacto tácito de silencio de la transición. Mire si iba contra corriente que en el premio Díaz del Moral que me dieron en 1982 tuve dos votos negativos: el de Cuenca Toribio, por la Universidad de Córdoba, y el de Gómez Crespo, por la Real Academia de Córdoba. Estos organismos se cerraron en banda contra la memoria histórica y se escandalizaron. Yo me hice historiador con Tuñón de Lara y en el momento político de UCD. Le confieso que en aquellas fechas se accedía mejor a los archivos que ahora. Todo empezó a retroceder con Felipe González. Ahora los archivos militares de la represión están cerrados a cal y canto, mientras que en los años 90 se podía acceder a ellos relativamente bien.
-¿Por qué un buen día, en plena Transición española, un profesor de Historia como Francisco Moreno Gómez decide investigar sobre la guerra civil en Córdoba?
-Me puse a investigar en el verano de 1978, justo hace 30 años. Y empecé por el Registro Civil de mi pueblo, Villanueva de Córdoba. Y luego, todos los registros de la provincia y el de la capital, y los cementerios, y las prisiones, y todo lo que pude. Viví una experiencia intelectual apasionante. Cada día entonaba el eureka por los hallazgos que encontraba. Y recogía testimonios por doquier, por Córdoba, Madrid, Barcelona, Valencia… Busqué los testimonios por todas partes, puse incluso anuncios en la prensa, y logré unos contactos impresionantes. Hoy, todos mis testigos han muerto ya. Pero su lucha por la democracia española ha quedado en las páginas de este libro. He ahí mi gran satisfacción. Mereció la pena.
-Usted ha sido muy atacado por historiadores que le acusan de tomar partido en sus escritos. ¿Es posible ser objetivo al escribir sobre la guerra civil?
-Mi obra, mis libros, han sido muy valorados por estudiosos solventes: Tuñón de Lara, Josep Fontana, Paul Preston, Jackson, Helen Graham, Julio Aróstegui, Julián Casanova, Alberto Reig, Francisco Espinosa, Arcángel Bedmar, Juan Sisinio Pérez Garzón, etcétera. Sólo me ha protestado un grupito de academicistas y de mentalidades retro, con argumentos peregrinos, como ese Cáceres que me acusa de ser demasiado antifranquista. Todo ridículo. Para mí, lo esencial de la historia no es la objetividad. Lo esencial es la veracidad, el rigor y la documentación. Ésa es la clave. Si el yo del autor aparece o no es irrelevante. Al escribir sobre la guerra civil, lo que hay que ser es verídicos, rigurosos y documentados. Lo demás huelga.
-¿Es lo mismo memoria que historia?
-No es lo mismo memoria e historia. La memoria es materia prima para la historia, fuente testimonial. La historia es la elaboración científica de los hechos vividos por los seres humanos.
-Hace apenas un mes, en declaraciones a este periódico, usted le ofrecía su libro al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón para documentar de forma concreta el número de desaparecidos en Córdoba durante la guerra. Parece que ahora no le van demasiado bien las cosas al magistrado.
-Mi reciente libro, con los datos del genocidio de Córdoba, constituye un material importante para el sumario iniciado por el juez Garzón sobre los crímenes del franquismo. Tengo audiencia pedida al juez y me acompañará el jurista Carlos Jiménez Villarejo, de la Comisión de Expertos. Es cierto que el juez se ha llevado un revés con la última decisión del plenario de la Audiencia Nacional. Pero la última palabra todavía no está dicha. Y la última palabra será la de las víctimas del franquismo y la de los demócratas españoles. Los hipócritas y los tardofranquistas esta vez no van a ser los vencedores.
-¿Entiende la postura del fiscal para paralizar las exhumaciones al alegar que si se hacen se pueden causar "daños irreversibles"?
-No es en modo alguno comprensible la postura de un fiscal así, ya que es una postura favorable a la impunidad y contraria a la esencia de la democracia. En este país hay muchísimo tardofranquista oculto. Y eso de los "daños irreversibles" es pura hipocresía. Equivale a lo de "reabrir las heridas". Resulta que homenajear a los mártires de la democracia es "daño irreversible" o "se reabren heridas". Creo que este ejercicio de cinismo no se ha dado así en ninguna parte del mundo.
-¿Hablar de la guerra civil significa "reabrir heridas que ya habían cicatrizado"? ¿Hay miedo a hablar sobre estos temas tanto a nivel político, como social o mediático?
-Hablar de la guerra civil no significa "reabrir heridas", argumento absurdo, sino reconstruir los hechos que el franquismo quiso borrar de nuestra historia, rellenar las páginas que el franquismo quiso dejar en blanco, a la vez que deshacer la historia falsa que el franquismo nos quiso legar, o lo que es lo mismo, desatar aquella historia falsa que el franquismo quiso dejar "atada y bien atada". Los historiadores de la democracia hemos derribado el muro de silencio del franquismo y el muro del miedo y la falsedad. Claro que hay todavía miedo, porque esa ha sido una de las grandes victorias de Franco: aniquilar a los demócratas a través del terror, del miedo, del silencio y del olvido.
-En su libro destaca que el negacionismo de la historia es un delito en bastantes países europeos, pero no en España. Si se modificara el Código Penal, ¿habría que condenar a mucha gente por estos hechos?
-Por supuesto que negar los crímenes del fascismo y del nazismo, así como su enaltecimiento, es un delito en varias democracias europeas. Sin embargo, en España se pueden negar las matanzas y se puede elogiar al gran dictador sin ningún tapujo. Son las cosas raras de España.
-¿Fue más cruenta la guerra civil en Córdoba que en otras provincias o es que es una zona muy estudiada?
-El genocidio franquista en Córdoba fue una catástrofe humanitaria. Mi libro lo cuantifica en un mínimo de 11.581 asesinados. Pero esto es un mínimo, porque he tenido que dejar en interrogación a bastantes pueblos. Pienso, sin miedo a equivocarme, que el franquismo se llevó por delante a 15.000 cordobeses, sin contar la mortandad de los frentes, el hambre, el exilio y otras muchas desgracias. Pero otras provincias igualan o superan a la de Córdoba, como Sevilla, Granada, Málaga, Badajoz, Zaragoza... Córdoba no fue una excepción en el genocidio español: fue sólo una pieza más en el programa de exterminio del golpe militar de 1936.
-Ha escuchado y escrito tantísimas historias sobre la guerra civil que su nivel de impacto y conmoción debe haber menguado. Todas estas historias son tristísimas, pero ¿Cuál es la que más le ha afectado?
-Me han impresionado muchísimas de las desgracias que el franquismo trajo a Córdoba, pero sobre todo la descomunal matanza que cayó sobre la capital, bajo el terror de Cascajo, del comandante Zurdo y del teniente coronel Bruno Ibáñez. Y sobre todo, la matanza de intelectuales cordobeses, el asesinato del poeta José María Alvariño, el escultor Enrique Moreno El Fenómeno, el librero Rogelio Luque, el director del Conservatorio Aurelio Pérez Cantero, profesores de la Escuela Normal, de la Veterinaria, maestros de Escuela de Córdoba, médicos como Ruiz Maya, Romera, Isla, Hombría, etcétera. Y entre ellos, el asesinato de un sabio de la épica, figura señera de la lucha antipalúdica entonces en España: el doctor Sadi de Buen Lozano. Sin duda, todo esto fue un crimen de lesa humanidad, una barbarie contra la cultura, la misma barbarie de origen nazi que se llevó por delante a Federico García Lorca.
-Todos los protagonistas de su libro tienen nombres y apellidos, tanto víctimas como verdugos. Hoy es fácil identificarlos, especialmente en los pueblos. ¿Se está encontrando con problemas?
-Nunca he tenido problemas por el hecho de dar nombres, porque los he dado primero con fundamento y segundo con valentía. No me he andado con gazmoñerías ni mojigaterías. La verdad da mucha fuerza al historiador.
-¿Conocemos nuestra historia o estamos condenados a repetirla?
-Todavía no conocemos bien nuestra historia, la de los años 30 y los 40. Falta muchísimo por conocer. Afortunadamente, de Córdoba conocemos ya bastante, pero aún falta. Al menos nos podemos aproximar a la magnitud del genocidio franquista sufrido por los cordobeses, en cifras todavía mínimas: que el franquismo asesinó durante la guerra a un mínimo de 8.545 cordobeses, más otros 1.600 en la posguerra, más 220 maquis o guerrilleros en la sierra, más 160 civiles, enlaces de los guerrilleros, a los que se aplicó la Ley de Fugas, más los 300 cordobeses que se les dejó perecer en los campos nazis, más los 756 cordobeses a los que se exterminó por hambre en la prisión provincial de Córdoba, la mayoría en 1941. El conocimiento de todo esto nos ayuda a valorar lo que significa una democracia y lo que supone un golpe militar o una intentona fascista en un país como el nuestro.
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