sábado, 22 de noviembre de 2008

Un auto para hacer justicia

_

Un auto para hacer justicia

MIGUEL ÁNGEL MARFULL

El escrito de Garzón sorprende por su narración al detalle de los crímenes.

"Es el libro más apasionante que he leído en muchos años". El hispanista Ian Gibson elogió así el último auto del juez Baltasar Garzón. El fondo del escrito deja en manos de los juzgados ordinarios la investigación de los crímenes del franquismo, pero su forma relata de manera pormenorizada el terror que siguió a la Guerra Civil e incide en la necesidad de condenarlo. Debería ser "un anexo" de la Constitución, defendieron el pasado jueves los intelectuales firmantes de un manifiesto en apoyo al intento de recuperar la memoria colectiva que ha abierto el magistrado de la Audiencia Nacional.

"Los hechos son los que son, y este instructor no los ha inventado", escribe Garzón. Alejado de la ininteligible retórica judicial, el auto del juez explica por qué la dictadura franquista constituye una larga colección de crímenes contra la Humanidad. La locura nazi se juzgó en Nuremberg entre 1945 y 1949. El discurso de apertura de ese proceso, a cargo del fiscal norteamericano Robert H. Jackson, arranca también la esencia de los argumentos del juez Garzón: "Los pueblos, si callaran, participarían de estos crímenes, porque el silencio sería consentimiento".
El manifiesto de apoyo a la causa iniciada por el magistrado pide al Gobierno, precisamente, que hable, que se pronuncie con hechos para que "cumpla con su obligación de proteger a las víctimas".

Nuremberg contra el olvido
A lo largo de 152 páginas, Garzón repasa el nacimiento de la dictadura, que se saldó con más de 110.000 desaparecidos. El discurso de Nuremberg "era y es perfectamente aplicable a unos hechos ocurridos unos años antes en España, enmarcados en una actuación sistemática que la acción totalitaria de la época impuso en España, Italia y Alemania contra todos aquellos que tenían una ideología diferente o se integraban en grupos contra los que se dirigió el exterminio", explica el juez.

"Si el fiscal Jackson, en su acta de acusación contra los criminales nazis, hubiera utilizado el criterio que aplica el fiscal de la Audiencia Nacional [contrario a la iniciativa de Garzón], Nuremberg no habría existido", defiende el magistrado en su escrito.

El auto describe la represión franquista como una "actividad planeada y sistemática de desaparición y eliminación de personas por razones ideológicas". Garzón acusa en su texto el rechazo de los sectores más reaccionarios a la causa de la reparación de la memoria: "Las víctimas no se merecen una resolución que desconozca sus derechos ni la escenificación que cínicamente se está haciendo desde algunos sectores con una frivolidad difícil de calificar, apelando a los más bajos instintos y tratando de resucitar fantasmas de confrontación, cuando tan sólo se pretende dar una respuesta judicial demandada dentro del ámbito que se le reconoce en su derecho", escribe Garzón.

La impunidad y el olvido
¿Quedan impunes los criminales de la dictadura? "No es lo mismo declarar extinguida la responsabilidad de los principales cabecillas, por fallecimiento, que otorgarles la impunidad, el perdón y el olvido judicial", responde el juez. "Que una investigación sea difícil no significa que sea imposible", se justifica. El tiempo, y los 62 juzgados que heredan su causa, dirán.
El delito existió, y permanece, según Garzón. "¿Pero, y los posibles responsables?, estarán entre los 90 y 100 años, o muertos", responde. "¿Por qué los posibles represores españoles vivos deben ser de mejor condición que los nazis, cuando los hechos son similares, el tiempo es similar, y las víctimas corresponden al mismo segmento de población, nacionalidad e ideología? Realmente incomprensible", se lamenta el magistrado.

Eugenesia nazi en versión española
"En 1938, algunos miembros de las Brigadas Internacionales presos en San Pedro de Cardeña (Burgos) y mujeres presas republicanas en la Prisión de Málaga fueron sometidos a test físicos y psicológicos extraños", relata Garzón en su auto. La eugenesia nazi tuvo su versión española en el delirante intento del "psiquiatra en jefe de Franco, el doctor Antonio Vallejo Nájera para identificar las raíces psicofísicas del marxismo". "La enorme cantidad de prisioneros en manos de las fuerzas salvadoras de España permite efectuar estudios en masa", escribe Vallejo Nájera en 1938. Años después, este psiquiatra alertaba "sobre el daño que podía hacer el ambiente democrático en los niños", recuerda Garzón. En su escrito explica la idea franquista de "combatir la propensión degenerativa de los muchachos criados en ambientes republicanos, debiendo ser segregados en centros adecuados". Estas ideas "tendrían aplicación práctica inmediata en la posguerra, específicamente sobre los hijos de las presas republicanas encarceladas por motivos políticos", explica el magistrado.

Una dictadura de 40 años en 152 folios
La represión
"Los hechos son los que son, y este instructor no los ha inventado"
(Pág.130) Garzón defiende en su auto que "la acción criminal" desplegada por la dictadura fue "general y sistemática". "Por eso la Justicia debe actuar", señala.

Los delitos
"En tanto no se viabilice la ubicación de las víctimas, el delito continúa cometiéndose"
(Pág. 88) Los efectos de la represión no han prescrito, defiende el magistrado.
Las víctimas
"Las víctimas no se merecen una resolución que desconozca sus derechos"
(Pág. 138) El juez critica a continuación a quienes, desde la "frivolidad", advierten "fantasmas de confrontación" en su actuación.

Los responsables
"No es lo mismo declarar extinguida la responsabilidad de los principales cabecillas, por fallecimiento, que otorgarles la impunidad, el perdón y el olvido judicial, tildando sus acciones como mera represión política"(Pág. 138) Sobre la culpabilidad de Franco y los principales jerarcas de la dictadura.

La impunidad
"¿Por qué los posibles represores españoles vivos deben ser de mejor condición que los nazis cuando los hechos son similares?"
(Pág. 95) El juez Garzón se responde a sí mismo: "Realmente incomprensible", concluye.
Juicio de Nuremberg
"Los pueblos, si callaran, participarían de estos crímenes; el silencio sería consentimiento"
(Pág. 38) La esencia penal que permitió juzgar los crímenes nazis es "aplicable" a los crímenes franquistas, señala.

Los ‘niños perdidos'
"En España podría haberse desarrollado un sistema de desaparición de menores desarrollado bajo una aparente legalidad"
(Pág. 73) En su parte más emotiva, el auto rescata del olvido a los niños robados por la dictadura a sus madres, reclusas republicanas.

Críticas al fiscal
"Con el criterio del fiscal de la Audiencia, Nuremberg no hubiera existido"
(Pág. 129) Garzón replica así los argumentos de la Fiscalía de la Audiencia, que rechazó la investigación abierta por el magistrado.

La investigación
"Que una investigación sea difícil no significa que sea imposible"
(Pág. 130) Garzón cede ahora esta obligación de actuar a 62 juzgados provinciales.

_

"Cuando las reclusas volvieron del patio, sus hijos ya no estaban"

El auto de Garzón recuerda que miles de hijos de presas fueron robados por la dictadura franquista en sus cárceles

M. Á. M - Madrid - 21/11/2008 22:00

En octubre de 1936, Amparo Barayón, esposa del escritor Ramon J. Sender, pasa sus últimas horas en la cárcel de Zamora antes de ser fusilada en las tapias del cementerio de la ciudad. En su carta de despedida, Amparo se dirige a su marido: “No perdones a mis asesinos, que me han robado a Andreína”. Así lo relata el historiador Santos Juliá en su libro Víctimas de la Guerra Civil (Temas de Hoy, 1999).

Andrea era la hija menor de la pareja. Tenía siete meses cuando fue arrebatada de los brazos de su madre. Ramón J. Sender pudo recuperarla dos años después. Tuvo la suerte que no acompañó a muchas presas de la posguerra, que fueron doblemente derrotadas. Perdieron la guerra y con el nuevo régimen impuesto, también a sus hijos. La represión femenina de la dictadura constituye un capítulo singular dentro del largo libro del franquismo. Cárceles como Ventas (Madrid), Saturrarán (Guipúzcoa), o Málaga son el escenario en el que se diluyó la identidad real de los niños perdidos del franquismo, cuya presencia ha rescatado el juez Baltasar Garzón en su último auto.

La Prisión de Madres Lactantes
La dictadura franquista “dio cobertura”, según el magistrado, a un “andamiaje pseudo jurídico” que facilitó la “sustracción sistemática de niños”. En enero de 1940, el ministerio de Justicia crea la Prisión de Madres Lactantes, en el número 5 de la Carrera de San Isidro –actual Paseo de la Ermita del Santo–, en Madrid. Las reclusas permanecían junto a sus hijos hasta que estos cumplían tres años. Sin embargo, la falta de garantías era lo único garantizado en las cárceles franquistas. “Desaparecían sin saber cómo”, cita Garzón en su escrito, reproduciendo un testimonio de la época.

"Lo llevaron a bautizar y no me lo devolvieron", cuenta una reclusa

“Un día, cuando las madres salieron al patio con sus hijos, las monjas les dijeron que los niños tenían que quedarse dentro para un reconocimiento médico. Eran un centenar. Cuando las madres volvieron, los niños ya no estaban”. Esta denuncia aparece recogida en Los niños perdidos del franquismo, (Plaza y Janés, 2002), de los historiadores Ricard Vinyes, Montserrat Armengou y Ricard Belis. Lo recuerda así el vecino de una presa condenada a muerte. Su pena fue conmutada, pero perdió a su hijo. Otra reclusa encerrada en la misma prisión encontró a la suya poco después “en casa de unos militares, en Valencia”. Quien rememora estos hechos, no llegó a averiguar si pudo recuperar a su hija o no.

El nacional catolicismo franquista impuso la obligación de que los menores crecieran en un ambiente familiar “irreprochable” desde el punto de vista religioso, ético y nacional”, según la legislación de la época.

La cooperación de la Iglesia
“Las cifras de niños y niñas, hijos de presas, tutelados por el Estado (…) ascendía a 12.042 en 1944, la mayoría de los cuales estaban en centros religiosos”, recoge Vinyes en Irredentas (Temas de Hoy, 2002). La cita consta también en el último auto de Garzón, en el que se explica la cooperación necesaria de la Iglesia franquista para engrosar la lista de los niños perdidos de la dictadura.

“Lo llevaron a bautizar y no me lo devolvieron”, cuenta una ex reclusa, Emilia Girón, en un testimonio recogido por Vinyes. Esta presa completa así sus recuerdos: “Si, por ejemplo, estás pariendo, viene un matrimonio que no tiene hijos y quiere reconocerlo, te lo quitan y lo llevan y nada más”.

Los niños perdidos fueron arrebatados a mujeres presas, robados en el momento del parto o capturados fuera de España entre los menores evacuados por el Gobierno republicano durante la Guerra Civil. La dictadura creó para tal fin la Delegación Extraordinaria de Repatriación de Menores, desaparecida en 1941 y sustituida por el Servicio Exterior de la Falange.

Otra mujer vio a su hija robada "en casa de unos militares, en Valencia"

“Su retorno fue utilizado por la propaganda franquista”, escriben Vinyes, Armengou y Belis. En Los niños perdidos del franquismo, los tres historiadores recuerdan el caso de un adolescente repatriado desde Berlín en 1942. Su madre supo del retorno de su hijo “por un diario”, relatan. Sus padres lo reclamaron, pero fue en vano; su petición fue denegada “por no ofrecer ninguna garantía sobre su educación”.

Garzón asegura que en España “podría haberse desarrollado un sistema de desaparición de menores de hijos de madres republicanas (muertas, presas, ejecutadas o simplemente desaparecidas) a lo largo de varios años, entre 1937 y 1950 desarrollado bajo la cobertura de una aparente legalidad, al contrario de lo que después ocurriría en Argentina entre los años 1976 y 1983, pero, precisamente por ello, con unos efectos más perdurables en el tiempo y más difíciles de detectar y hacer que cesen”.

Hasta hoy. Los niños perdidos del franquismo son ahora abuelos. Su identidad robada tiene ya 70 años.
_

Auto del juez Garzón
_

No hay comentarios:

Publicar un comentario