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"En España viven muchos franquistas"
LÍDIA PENELO - Barcelona - 11/11/2008 11:33
El historiador Gabriel Jackson tiene 87 años y vive solo en un piso sencillo en el barrio barcelonés de Sant Gervasi. Tiene libros por todas partes y hasta el balcón de la vivienda está acristalado para ganar espacio. Prudente y educado, habla muy despacio. Viste ropa cómoda y calza unas sandalias con calcetines blancos. Aunque la fatiga ocular le impide leer tanto como desearía, en una mesa del salón tiene una caja de cartón donde guarda los recortes de prensa que le interesan. Escucha la sinfonía número dos de Bernstein a todo volumen: “Soy duro de oído”, afirma Jackson sin ruborizarse, quien tocó la flauta travesera por última vez en público el día que cumplió 80 años.
Acaba de publicar Juan Negrín, médico, socialista y jefe del Gobierno de la II República (Editorial Crítica). La consigna de Negrín era “resistir es vencer”. El dirigente republicano la llevó hasta el límite y, ahora, el autor dedica este libro a todos los lectores que valoran la verdad, incluso cuando hiere sus sentimientos políticos y morales.
-¿Puede este libro herir muchos sentimientos?
-Hasta la muerte de Franco hubo una censura completa. Desde ahí hasta hace muy poco tiempo, en España reinaba un pacto de silencio. El caso es, en cierto sentido, único. La opresión ha durado 70 años, mucho más tiempo que los regímenes dictatoriales en América Latina o el nazismo. Es increíble, Franco siempre dijo que estaba dispuesto a matar a todos los que fuese necesario para limpiar el espíritu de España. Aquí hay un sufrimiento y unos silencios forzados que no existen ni en la antigua URSS ni en China. Creo que es una situación única.
-En el libro sitúa a Juan Negrín a un nivel de gran estadista europeo. ¿Lo fue?
-Creo que los gobernadores de Inglaterra y Francia no habían entendido la amenaza nazi de la manera que la entendió Negrín, que trató de convencerles de lo que se avecinaba. Si le hubieran hecho caso, se podría haber evitado la Segunda Guerra Mundial.
-Sin embargo, su figura ha sido silenciada, incluso después de la Transición.
-Sí, a causa de muchos resentimientos dentro del Partido Socialista. Negrín insistió en que las democracias tenían que defenderse de Mussolini. Creía que había bastante material y dinero para resistir hasta dos años más. En cambio, Caballero, Prieto, Azaña y Giralt no tenían esperanza. Pensaban que era de locos continuar la resistencia. Cuando empezó la Transición, el Partido Socialista, para no remover los fantasmas de la Guerra Civil, no quiso hablar ni de la República ni de la guerra. Los socialistas, simplemente, querían crear la nueva democracia. Aceptaron la monarquía parlamentaria como la única forma de gobierno plausible, también para los franquistas.
"Hasta hace muy poco tiempo en España reinaba un pacto de silencio"
-¿Considera que era la única vía posible?
-Depende. En Escandinavia funciona bien. Yo creo que para la reconciliación o para dejar atrás los resentimientos, lo que necesita España es la verdad, no propagandas ni escuelas de unoscontra otros.
-¿Dónde está esa verdad?
-En los archivos y en la prensa. Con esa documentación se puede llegar a una aproximación a la verdad. Durante toda la República hubo prensa libre aunque los franquistas lo nieguen. Durante su época, se escribieron críticas muy fuertes contra Negrín y nadie fue a la cárcel.
-Cuenta que uno de los episodios que más afectóa Negrín fue el asesinato de Andreu Nin. ¿Por qué?
-Porque ese asesinato evidenció que Negrín no lo tenía todo controlado. Había una policía de la República y una red de agentes soviéticos. Los segundos fueron los responsables del asesinato del líder del POUM. Pero los años decisivos, el 37 y el 38, fueron también los de más influencia de la URSS. Stalin era un hombre paranoico y muy inteligente, y no había nada que Negrín pudiera hacer. Optó por actuar como si no hubiera escuchado nada. No cuestionó a los rusos por muchos motivos. Por el tema del oro, por las Brigadas Internacionales, y por ver a los rusos como una defensa contra la posibilidad de Hitler.
-¿Qué otros personajes de la República permanecen ocultos?
-Manuel Irujo. No sé si los vascos han escrito cosas completas y documentadas sobre él. Y también Companys y Tarradellas. Hay muchos libros sobre ellos, pero no son exhaustivos en cuanto a la documentación.
"Durante toda la República hubo prensa libre, pero lo niegan"
-Negrín se llevó muy mal con la Generalitatde Companys...
-Sí, es una lástima, me ha dado mucha pena ser consciente de eso. Creo que Companys era muy sincero y decente, Tarradellas también. Pero en las comunicaciones siempre aparecen las quejas sobre Catalunya antes de todo, como si no hubiera ninguna guerra, ni la amenaza de fascismo. Hombres de negocios vascos y catalanes trataban con diplomáticos franceses, belgas, ingleses y eso hizo imposible la tarea de Negrín. Esas acciones paralelas eran un rechazo del Gobierno.
-¿Qué le parece la actual política de memoria histórica del Gobierno español?
-El trabajo de las fosas comunes es muy difícil. Claro que las familias tienen el derecho a saber lo que ha ocurrido. Pero yo creo que lo más importante sería terminar con los sentimientos ocultos sobre la Guerra Civil. Un resultado de la Transición ha sido que este pacto de silencio simplemente ha suprimido las emociones. Creo que es obligación del Gobierno ocuparse de todo esto. Pero hay que entender que viven muchos franquistas en España, y si estos componen el 20% ó 30% de la población, a un Gobierno que depende de unas elecciones le puede resultar muy caro llevar adelante una iniciativa de este tipo.
Pero es el juez Baltasar Garzón quien está en ello...Para él, el tema debería ser una necesidad moral. No puede tener éxito en Argentina y en Chile y no hacer nada en España. Es necesario, pero es delicado. Habría sido mejor si el Gobierno hubiera dado pleno derecho a las familias. Para mí, sería una gran oportunidad convertir el Valle de los Caídos en un monumento en memoria de todos los españoles que han sufrido la Guerra Civil y la represión. Despojarlo de cualquier identificación con Franco, la Iglesia, o la Falange. Ya que hay tantos miles de cuerpos enterrados allá, a mi parecer, reconvertir el Valle de los Caídos sería un gesto decente y moral.
Una visión equilibrada y alejada de los prejuicios
1.- Los antecedentes de la República
En su obra, Jackson aborda la guerra y la República a partir de la experiencia española previa. Por ejemplo, ha dedicado cientos de páginas al estudio del Regeneracionismo de finales del XIX, centrándose en el político Joaquín Costa, que en aquellos años predicaba la necesidad de la renovación en España. “Carecía de tacto y criterio; hubiera hecho falta que sus ideas políticas estuvieran tan bien definidas como sus doctrinas en materia agrícola”, afirma el autor.
2.- Errores y aciertos de Azaña
Una de las obsesiones constantes en la obra de Jackson son los intelectuales republicanos de los años treinta que trataron de despertar y educar a la población de una sociedad atrasada. “Con la llegada de la República, Azaña se propuso completar el renacimiento y dar a España una Constitución que incorporara los aspectos democráticos europeos más avanzados. Sin embargo, fracasó en hacer frente al más grave problema económico-social de la época, la reforma agraria”, escribe en uno de sus ensayos.
3.- El Frente Popular y la Guerra Civil
El objetivo de la amplia coalición de partidos de izquierda era, según Jackson, frenar el auge del fascismo. Sin embargo, la coalición fue incapaz de hacer progresos, y las huelgas patrocinadas frecuentemente por los anarquistas provocaron una excesiva represión policíaca. “Así, los campesinos abandonaron su confianza en la República”. El autor sí salva a Largo Caballero, quien se convirtió “en el único presidente que eligió un gabinete plural”.
4.- La tragedia de España
Según Jackson, uno de los rasgos típicos del pueblo español ha sido el súbito derroche de energía por una causa idealista. Pero la guerra constituyó “la más amarga de las educaciones políticas para el pueblo, que aprendió lo que el dominio militar hace al tejido de la vida civil. Con Franco, los españoles recibieron al régimen más poderoso y represivo que jamás habían tenido desde los tiempos Felipe II”.
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