martes, 16 de septiembre de 2008

La tragedia visible de la batalla del Ebro.


Restos óseos en la provincia de Tarragona, donde tuvo lugar la batalla del Ebro. - MANU FERNÁNDEZ

Fuente: Público.

La tragedia visible de la batalla del Ebro

Los restos humanos forman parte del paisaje de la Terra Alta.

JORDI SIRÉ - Tarragona - 15/09/2008 19:49

Setenta años después de que se impusiera la paz de los muertos, y bajo los efectos mediáticos de la decisión del juez Baltasar Garzón de reclamar el censo de represaliados del franquismo, los restos de decenas de soldados caídos durante la Batalla del Ebro continúan visibles en el mismo lugar donde cayeron fulminados.

No es una figura poética, sino una cruda y habitual realidad en la comarca catalana de la Terra Alta, donde la mayoría de sus 12.000 habitantes se han pasado años apartando huesos humanos de sus fincas y denunciando la situación a unas administraciones que han hecho oídos sordos. Las huellas de aquel combate son tan habituales que durante años hubo personas en la comarca dedicadas a vender como chatarra los restos de bombas.

La administración se dio finalmente por enterada el pasado mes de julio, cuando las plataformas que protestan contra la instalación de parques eólicos en la zona denunciaron esta situación a José Montilla. El president de la Generalitat acudió para inaugurar uno de los centros de interpretación que conforman el proyecto de convertir en museo el escenario de la batalla, una iniciativa del Gobierno catalán y 15 ayuntamientos.

"La memoria de los soldados y los espacios físicos de la contienda deben respetarse al máximo para promover un turismo respetuoso con el medio ambiente y evitar la proliferación de macroinstalaciones que destrozan el paisaje y responden en muchos casos a intereses especulativos de los promotores de los parques", señala el portavoz de la Plataforma en Defensa de la Terra Alta, Jordi Lluch.

Un osario en desuso.
"La verdad es que nos enteramos de todo gracias a las plataformas", admite la directora general de la Memoria Histórica, María Jesús Bono, dependiente del departamento de Interior, que puso en entredicho el deseo del tripartito de dignificar el recuerdo de las víctimas de la Guerra Civil y de la represión en la retaguardia.

La solución propuesta pasa por la puesta en marcha de una experiencia piloto consistente en la firma de un convenio con la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, que aportará los arqueólogos y antropólogos necesarios para dar "el máximo rigor científico al estudio de los restos" que se encuentren. Este será el paso previo a su posterior traslado al osario de Camposines, un recinto inaugurado a bombo y platillo en 2005 y que no ha albergado todavía ni un solo resto humano.

"Es un reflejo de la complejidad de la aprobación de la Ley de Fosas que debe dar marco legal a la exhumación de los caídos a petición de los familiares o a su localización una vez documentadas", explica Bono. El tripartito intentó la pasada legislatura sancionarla por decreto, pero tuvo que desistir tras un dictamen en contra de la comisión jurídica asesora de la Generalitat.

El camino actual, más lento pero posiblemente más seguro, obliga a la ratificación de la ley en el Parlament, prevista para inicios de 2009 y contra la cual el PP ya ha interpuesto una enmienda a la totalidad.

El peor combate de la Guerra Civil

1. Casi 200.000 soldados.
La batalla en que se decidió la suerte final de la Guerra Civil contó con la participación de 100.000 soldados del bando republicano y 98.000 del bando sublevado. Las tropas franquistas se beneficiaron de su superioridad tecnológica, con más de 400 aviones y cerca de 150 cañones por cada 150 aviones de lastropas gubernamentales.

2. Cuatro meses de lucha.
El conflicto comenzó el 25 de julio y finalizó el 16 de noviembre, causando cerca de 16.500 muertos y 64.000 heridos. Se estima que el bando republicano capturó 5.000 prisioneros. Las tropas franquistas, 20.000.

3. Precariedad sanitaria.
La dureza de esa batalla propició que muchos de los soldados caídos fueran enterrados directamente en las trincheras o en los agujeros que dejaban atrás las bombas. Existía un elevado riesgo de infecciones, pese a lo cual escasearon los entierros realizados con una cierta dignidad.
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