domingo, 7 de septiembre de 2008

"Sólo quiero enterrarlo con mi madre"

Fuente: Levante-EMV.

"Sólo quiero enterrarlo con mi madre"
El hijo de un desaparecido dice que reclamar los restos de su padre "no es buscar venganza".


"No queremos venganza, ni reabrir heridas, lo único que pedimos es recuperar los restos de mi padre para poder enterrarlos junto a mi madre y que, por fin, estén los dos juntos para siempre". Así resume Aurelio Alcorisa su lucha de 61 años por saber donde está su padre, Clemente Alcorisa, desaparecido en 1947 en Benagéber tras ser detenido por la Guardia Civil por colaborar con el maquis. Clemente es una de las 8 víctimas del franquismo sepultadas en las cuatro fosas de este municipio.
Rafel Montaner, Valencia/Benagéber"Fue el 26 de marzo de 1947, a las seis de la tarde". Aurelio Alcorisa no olvidará jamás la fecha y la hora de la última vez en la que vio a su padre. Este hijo de desaparecido del franquismo apenas tenía 9 años cuando contempló horrorizado cómo los agentes de la Guardia Civil sacaban a su padre, Clemente Alcorisa, y a otros cinco detenidos por apoyar al maquis, del cuartel de la colonia de trabajadores que levantaban el pantano de Benagéber. "Los llevaban atados como bestias por una gruesa soga que daba vueltas alrededor del cuerpo y con los brazos sujetos atrás... Era imposible que se escaparan ya que, además, otra cuerda los mantenía unidos y estaban escoltados por una doble hilera de guardias", explica como si todavía estuviera allí, junto a sus hermanos Julián y Fidel, de 14 y 11 años, y la pequeña María del Carmen, de 14 meses, "que llevaba en brazos mi hermano mayor".Clemente, tras sufrir más de 12 horas de palizas y torturas en el cuartelillo, en un gesto desesperado intentó acercar la cara a la pequeña para darle un beso de despedida, consciente de que aquella sería la última vez que vería a sus hijos, "pero un guardia civil le dio una patada en el trasero, y no le dejó", cuenta Aurelio.Utilizados como "escudos humanos"La columna, formada por más de 100 agentes, partía hacía Valdesierra, el principal campamento del grupo más activo de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). Los detenidos debían guiarles hasta allí, "donde los iban a utilizar como "escudos humanos" en el asalto", relata el historiador Salvador Fernández Cava. La persecución fracasó, la veintena de maquis que se escondían en Valdesierra se había mudado dos días antes a un campamento vecino. Los agentes solo mataron a un guerrillero, mientras el resto logró burlar el cerco. Todos los "escudos" fueron asesinados a pesar de que estaban atados y que no podían huir. Los seis, junto a otros dos maquis abatidos a primera hora del día 25 en una casa de Nieva, fueron enterrados como desconocidos en cuatro fosas comunes del cementerio de dicha aldea sobre la que entonces comenzaba a levantarse el Benagéber que sustituye al antiguo pueblo que quedó bajo el pantano.La versión oficial reza que todos murieron en enfrentamiento armado con las fuerzas del orden, pero según el registro judicial de Benagéber cinco de ellos presentaban tiros en la cabeza efectuados a bocajarro. El drama de los Alcorisa no había hecho más que empezar. La madre, Josefa, y la hermana mayor, Victorina, de 17 años, fueron encarceladas en la Modelo de Valencia por "auxilio a la rebelión y colaboración con bandoleros". El bebé se fue con la madre a la cárcel, donde pasaron "4 ó 5 meses", mientras que la joven cumplió una pena de dos años, y los tres chicos acabaron en un orfanato de Campanar. Aurelio ha solicitado ayuda a la asociación La Gavilla Verde para poder exhumar los restos de Clemente "y llevarlos donde está enterrada mi madre para que, por fin, estén los dos juntos para siempre". Aquel niño, que ahora tiene 70 años, no siente otra cosa que "pena" cuando oye las críticas contra el juez Garzón por querer hacer un censo de desaparecidos. "Aquello fue una historia macabra pero ya han pasado más de seis décadas... No pretendemos reabrir heridas ni buscar venganza, sólo queremos recuperar a nuestros muertos o, por lo menos, saber dónde están", concluye.
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"De no ser por un chivatazo no los hubieran pillado nunca"
R. Montaner, BenagéberHan pasado más de seis décadas, pero José, a sus 82 años, todavía tiene el miedo en el cuerpo y prefiere no dar su apellido ni salir en las fotos. Él era uno de los jóvenes de la aldea de Nieva obligados por las autoridades a cavar las cuatro fosas comunes del cementerio y a enterrar a los ocho muertos, "dos en cada una", apunta. "Estuve dos días cavando, tenía poco más de 20 años y esos eran los primeros muertos que veía en mi vida... pasé mucho miedo", recuerda. El drama de los ocho de Benagéber se inicia a primera hora de la mañana del 25 de marzo de 1947, cuando la Guardia Civil sorprende a dos maquis en una casa de la aldea de Nieva. Según el historiador Salvador Fernández Cava, habían llegado apenas 24 horas antes y un vecino los delató a la Guardia Civil. José, ratifica esta versión: "De no ser por un chivatazo no los hubieran pillado nunca, estaban ocultos en un cañizo del tejado y a un paso de un monte por el que escapar. Los debieron de sorprender". Los dueños de la casa, Santiago y Paquita, fueron detenidos por apoyar a la guerrilla y trasladados al cuartel de la colonia del pantano. Treinta detenidos, hombres y mujeresA partir de ahí Fernández Cava, explica que las torturas y palizas, llevaron a una detención tras otra de unos 30 trabajadores del pantano y sus mujeres, acusados de constituir una red de apoyo a la guerrilla.José todavía no ha olvidado la escena de los ocho muertos ensangrentados apoyados sobre la tapia del cementerio. "Lo único que les lavaron los guardias fue un dedo de la mano para poder tomarles las huellas", al tiempo que recuerda que "el Santiaguillo -el vecino de Nieva - tenía un tiro en la frente", dice mientras se señala con un dedo el lugar donde estaba el orificio.Los ocho cuerpos figuraron cómo desconocidos en el registro judicial de Benagéber hasta que, dos años después, el juzgado militar permanente número 2 de Valencia ordenó rectificar las partidas de defunción con las correspondientes identidades de siete de ellos.

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