lunes, 8 de septiembre de 2008

Después del ruido, ¿vendrán las nueces?

Fuente: La Voz de Cádiz.



Foto no publicada: Ana Avila (AMHyJA) 28.02.2008/ frente al Teatro de la Maestranza (Sevilla)/ entrega de medalla de Andalucía a Baltasar Garzón. De izquierda a derecha: Juan Pérez Silva (hijo “Libertaria”), Paqui Maqueda (AMHyJA), José L. Gutiérrez y Cecilio Gordillo (RMHSA de CGT.A).

Después del ruido, ¿vendrán las nueces?
La Voz de Cádiz/ OPINION. 04.09.2008 –
José L. Gutiérrez Molina. historiador.

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La que se ha armado a cuenta del requerimiento de información que, sobre el número y circunstancias de las desapariciones realizadas por los golpistas de 1936, ha realizado el juez Baltasar Garzón a diversas instituciones y a los demandantes que se presentaron hace un año ante su juzgado. Páginas enteras en los periódicos, cabeceras de telediarios y opiniones y exabruptos para todos los gustos. Que si es competente o no para ello, que si sólo se quieren reabrir las heridas y cosas peores, que si hay otros problemas más importantes en esta España de los más de dos millones y medio de parados, que si en realidad lo que se busca es dar carpetazo, de una vez por todas, a las demandas tirando por elevación y, además, sin puntería porque a quienes se ha dirigido no son los más adecuados, etc. Seguramente el lector conocerá otras reacciones y puntos de vista que se me escapen. Incluyendo la afición a focos, cámaras y micrófonos del titular de la Sala 5ª de la Audiencia Nacional.
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En la mayoría de los casos cada uno tendrá una parte de razón: los de no reabrir heridas para mantener las cuotas de victoria e impunidad que les regalaron las políticas de olvido y silencio de la Transición; la Iglesia Católica, que no es de este mundo; los que piensan que la vida es fundamentalmente un asunto de juridicidad, porque les pone ante un asunto apasionante donde ejercer sus habilidades; los políticos, porque piensan sacar tajada de un asunto que siempre les ha quemado los dedos, a los de uno y otro signo. Aunque siga siendo impresentable e incomprensible que un partido político niegue a una parte de los ciudadanos de este país a que cumplan siquiera con el derecho y el deber civil y humano de ver inscritos y enterrados dignamente a sus deudos.



Igual de lamentable es que otros de la llamada izquierda sigan mareando la perdiz, hablando con la boca chica y prefiriendo la oscuridad y el silencio a las luces, taquígrafos y pedagogía cívica. Por poner un ejemplo reciente, la exhumación realizada este verano en Grazalema de la llamada fosa de las mujeres. Sin olvidar que, de las más de un centenar de asociaciones, foros, grupos de trabajo, secretarías de la memoria existentes en España surgidas a finales de los 90, sólo se han personado ante Garzón 14. De ellas ni una sola de las organizaciones -partidos y sindicatos- que tienen sus muertos en cunetas y fosas comunes. Aunque muchos de éstos últimos llenan diariamente de opiniones los medios de comunicación.



El movimiento se demuestra andando. Así que lo mejor en estos casos es fijarse en quienes están empeñados en recuperar cuerpos, vidas y memoria sin esperar que otros lo hagan por ellos, incluso supliendo lo que debería ser una obligación para quienes ocupan la pesada responsabilidad de ser un servidor público. En Cádiz tenemos un caso que, por ejemplar y haber sido uno de los denunciados ante Garzón, puede servirnos de piedra de toque para separar el grano de la paja en este tumulto mediático. Me refiero a la desaparición de María Silva Cruz, La Libertaria.



María es una más de las secuestradas y desaparecidas, legal y físicamente, a consecuencia de las acciones de los golpistas de julio de 1936. Como en otros tantos casos, hoy las circunstancias de su muerte se encuentran difuminadas por el tiempo transcurrido, el miedo y el silencio hasta el punto de desconocer el lugar de su asesinato y de su entierro. Así que la mayoría de las instituciones a las que ha pedido información Garzón poco podrán aportar. A no ser que los Ministerios de Interior y Defensa respondan de una manera más convincente de lo que lo han hecho hasta ahora a las peticiones del juez y, como ayer informaba LA VOZ, a los requerimientos de los interesados. A pesar del ruido, la situación para este caso no parece que vaya a cambiar mucho o, por lo menos, hay que mantener la cautela.



Por sus circunstancias, salvó la vida en 1933 durante la Segunda República en la conocida matanza de Casas Viejas y fue asesinada en 1936. La resolución de la desaparición de María serviría de piedra de toque para el nivel de compromiso que la Administración está dispuesta a llegar en estos asuntos. Al igual que en otros que rodean a este lugar simbólico de la Historia social contemporánea española. Baste recordar todavía recientes acontecimientos e iniciativas ciudadanas, sin el menor apoyo institucional y a costa del propio patrimonio, como la publicación del libro sobre el Carnaval del antropólogo Jerome Mintz.Hay quienes dicen que existen otros asuntos más importantes. Así sucede desde 1975. Antes, parece obvio, nadie duda de que poco se podía esperar. Ni los recursos a emplear ni el impacto social, justifica que España siga teniendo miles de ciudadanos desaparecidos ya entrado el siglo XXI. Tampoco parece que esté en el ánimo de familiares y miembros de asociaciones de que se impida la investigación de ningún otro hecho parecido. No es cuestión de nervios ni de gritos sino de entender de una vez que los derechos son para todos, no sólo para unos. Haya pasado el tiempo que haya pasado.





Por las reacciones conocidas no parece que este país, como en tantas otras cosas, vaya a entrar en este asunto por el camino que cabía esperar de una sociedad madura. Precisamente porque tras 30 años de democracia se ha hecho de todo menos crear una ciudadanía consciente y preparada. Ahora, cuando llegan las vacas flacas, los nervios afloran y las carencias se ponen más aún de manifiesto. Independientemente de en lo que queden todos los fuegos artificiales de estos días, estoy seguro de que, aunque sea por hacernos un favor a nosotros mismos, habrán -habremos- ciudadanos que continuaremos solos o acompañados, con mayor o menor apoyo; intentando que el sufrimiento de personas como Juan Pérez Silva o Catalina Silva Cruz, hijo y hermana de María, pueda verse mitigado y que un día puedan, como se ha escrito en el blog Desde la Historia de Casas Viejas, llenar ese hueco que corroe sus entrañas. Las de ellos y otros muchos. Que la cosecha, tras el ruido, sea abundante.

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